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Reseña El Niño y la Garza:
¿Una nueva despedida de Miyazaki?
Escrito por: Clack!
Publicado: 11 de Enero 2024
Tiempo de lectura: 4 minutos
Fotografía:
El Niño y la Garza se estrenó en julio de 2023 en Japón con una primicia riesgosa, pero llamativa: el retorno de Hayao Miyazaki a la dirección de una cinta con Studio Ghibli, rubro del cual se había retirado 2014. Sin embargo, en 2018 hubo un punto de inflexión, cuando Isao Takahata, su mentor, falleció a la edad de 82 años. Fue entonces que Miyazaki decidió volver a trabajar en una película.
Más de 6 meses después y ya con un Globo de Oro entre manos, desde Clack! fuimos invitados a la primera proyección de la película en Chile, gracias a Cinetopia y te contamos qué nos pareció.
Un nuevo viaje por el mundo de los espíritus
De partida, podemos dejar algo en claro: la cinta, que está basada parcialmente en el libro ¿Cómo Vives? (1973) de Genzaburo Yoshino, puede ser disfrutada por quienes no estén tan familiarizados con la obra de Studio Ghibli y por quienes sí, aunque estos últimos desbordarán varias sonrisas a lo largo de la cinta gracias a ciertas referencias.
Lo anterior, porque toda la película funciona como un testamento de la obra de Miyazaki y nos hará recordar ciertas dinámicas que ya hemos visto anteriormente: el viaje fantasioso de un niño para descubrir algo, el uso de elementos que remiten a la mitología de Japón, el terror (una constante en las historias de fantasía de la vieja escuela) y también la referencia a hechos históricos.
Un tributo, pero también una referencia cultural e histórica en sintonía con lo que suele hacer Miyazaki de mezclar esos elementos con un mundo fantástico, porque sí, lo fantástico es un método de explicar lo real en su universo.
La historia de la última película de Studio Ghibli gira en torno a Mahito, un adolescente que se va a vivir con su papá desde la ciudad al campo en los años de la segunda guerra mundial, luego de la muerte de su mamá en un incendio dentro de un hospital. Esto en una clara referencia a La Tumba de las Luciérnagas (1988), obra cumbre de Isao Takahata que representa el bombardeo que sufrió Tokio en 1943.
En su nuevo hogar, Mahito se cruza con una garza que merodea el lugar y que le promete que puede llevarlo con su madre. De esa forma inicia una emotiva historia en que el protagonista viaja hacia un mundo habitado por seres que fallecieron, otros que están por nacer y en el que puede cumplir un rol fundamental.
Retrospección y crecimiento personal, valores transversales de Ghibli
Mahito es un tipo de personaje clásico que podemos ver en otras obras de Miyazaki: alguien que se encuentra en un proceso de cambios Como Howl en El Castillo Ambulante (2004) o Chihiro en El Viaje de Chihiro (2001). Sin embargo, esa es la profundidad que extrañábamos ver en películas animadas.
Al comienzo se nos muestra cómo le cuesta adaptarse al colegio, la desconfianza con la pareja de su padre e incluso cuando se golpea la cabeza con una piedra que lo deja sangrando. Ello, sumado a los recuerdos de su madre, nos pone frente a un personaje frágil que nos genera empatía.
La música también es un punto a destacar: nuevamente, a cargo del colaborador de confianza de Miyazaki, Joe Hisaishi, acompaña extensas escenas sin diálogos con melodías al piano y arreglos de cuerdas. Todas originales y creadas para la película, algo que se agradece al diferenciarse totalmente a la lógica actual de estudios como Disney e Illumination de abusar del uso de música mainstream (¿En cuántas películas más va a salir Thunderstruck de AC/DC?).
El plano final de la película, un derrumbe, nos deja un nudo en la garganta. Las copuchas dicen que Miyazaki ya está trabajando en una nueva película, sin embargo, esta escena pareciera ser el final, no solo de una película, sino que de una forma de hacer las cosas, con el fin de que una nueva generación la reconstruya.
El Niño y la Garza es una película que sí o sí tienen que ver quienes son fanáticos de Studio Ghibli, a quienes lejos de decepcionar, les dejará un buen sabor de boca al hacer honor a la trayectoria de Miyazaki. Sin embargo, también puede ser disfrutada por aquellos que no están tan familiarizados con la obra del estudio, ya que, de alguna forma, también funciona como un punto de entrada.
En un contexto donde el cine de animación occidental se enfoca cada vez en el bombardeo de escenas de acción cuadro tras cuadro, las escenas contemplativas de un paisaje montañoso clásicas de Studio Ghibli, que podemos ver en El Niño y la Garza, funcionan como un fresco respiro.
Sea o no sea la última película de Hayao Miyazaki, hay algo que podemos dejar en claro: esto ya es parte del patrimonio que el Director le ha entregado al mundo. Solo queda esperar por un relevo a la altura. Pero eso ya es otro tema.